Bloqueo de muchas, consuelo de bastantes
Sobre el burnout y la escritura como lugar al que volver
Durante el proceso de escritura de una novela, mi mesa parece un campo de batalla libresca (?), las pilas de libros se amontonan junto a cuadernos, post its, bolis, tabaco, botes de tinta de la impresora, platos con migas, ceniceros llenos, bálsamos labiales, paquetes de kleenex, filtros de tabaco, tazas de café ya frío y cargadores varios.
Non-aesthetic mesa de escritora.
En las pilas de libros suele haber varios que aún no he leído, pero la mayoría son novelas a las que he vuelto varias veces a lo largo de los años. Conozco a algunas escritoras que no leen nada mientras escriben porque no quieren dejarse influir. Yo quiero que me influyan todo el rato sin parar, necesito estar en constante conversación con otros libros, llenarme de frases ajenas para poder escribir las mías, bien porque me ayudan con el tono de lo que esté escribiendo en ese momento, o con los diálogos, la estructura o con algo que no sé definir exactamente, pero que encienden esa chispa que me pone a escribir desde un lugar emocionante.
En estos montones que van creciendo y cambiando con el paso de los años, hay un libro que mantengo y sospecho que mantendré mucho tiempo, el libro que más he regalado y recomendado, aunque nunca desvelo mucho sobre él, entusiasmada por la idea de que maraville y sorprenda tanto a la nueva lectora como me maravilló y sorprendió a mí cuando lo leí por primera vez.
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