Ya hemos votado. ¿Y ahora qué?
Sobre el encuentro Feminismo y régimen de guerra: del genocidio en Palestina a la construcción de comunidades
Una va a votar, por supuesto, faltaría más. Con poca esperanza y una sensación, me atrevería decir que generalizada, de impotencia, de vivir en un “sálvese quien pueda” infinito, un lugar que no deja de ser reactivo, no ante lo que viene, sino ante lo que ya hace tiempo que tenemos encima. Con un voto que, en el mejor de los casos, no será más que una solución paliativa, una tirita para un sistema intrínsecamente violento que damos por indestructible, ante el que nos resignamos a diario, sin saber qué hacer, cómo hacerle frente desde este lugar cada día más asfixiante, más acelerado y más contrario a la vida.
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Gracias al Calibán y la bruja de Federici entendí, entre otras cosas, cómo el capitalismo ha requerido y requiere de las guerras en todas sus fases de expansión (lo que llamamos “crecimiento económico”), cómo en nuestra cotidianidad del mal llamado “primer mundo” nos hemos ido acostumbrando a un nivel de violencia que hace pocos siglos sólo se daba en estados de guerra declarados. Leer Calibán y la bruja fue quitarse una venda y dejar de pensar que este es el mejor de los mundos posibles.
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Quizás aún haya esperanza y voluntad, quizás no todo sea esta sensación generalizada de derrotismo. Algo bueno querrá decir que Silvia Federici y Raquel Gutierrez, referentes globales del feminismo anticapitalista, llenaran el pasado 31 de mayo la sala polivalente de Katakrak con gente de todas las edades, todas puntuales y expectantes, para asistir al encuentro moderado por Nerea Fillat, Feminismo y régimen de guerra: del genocidio en Palestina a la construcción de comunidades.
El reto: entender de una manera más amplia y pensar entre todas qué significa este genocidio y cómo lo relacionamos con la política y la organización anticapitalista.
Podéis ver el vídeo completo del encuentro aquí. Yo lo he transcrito porque transcribir es escribir y, junto con leer, es la manera en la que ordeno ideas y pienso mejor. Y por si a alguna de las que me leéis le sirve también para pensar y sobre todo, para organizarse.
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Silvia: “Siempre esperamos lo peor de esta sociedad capitalista, sabiendo que, históricamente, es una sociedad genocida. En estos momentos nos enfrentamos, con gran pena, a nuestra incapacidad de responder para que esto cambie. Para mí es muy importante subrayar que, aunque lo que está pasando en Palestina es, en muchas formas, excepcional, hay relación entre esa barbarie y lo que pasa en gran parte del mundo. Lo que sucede en Palestina es una forma más extrema, más evidente, más grave, de procesos que están conformando la política y la economía internacional de este capitalismo que se dice en crisis porque no puede obtener lucro suficiente vendiendo su mercancía, un capitalismo más predatorio que desplaza a millones de personas de sus lugares ancestrales para construir minas, compañías petrolíferas, etc.
Somos testigos de un momento de gran cercamiento, los famosos cercamientos, que han sido la condición de existencia del desarrollo capitalista en todas sus fases. Por eso es importante no pensar en Palestina como en una excepción y comprender que necesitamos un verdadero cambio sistémico, que no es suficiente con decir “basta con el exterminio de los palestinos", debemos pensar cuál es el fundamento de esta guerra, que Palestina es una continuidad de lo que pasa en tantas otras partes del mundo como El Congo, Sudán, Haití o Nueva York también, donde la gente muere en la calle, miles de personas que no pueden acceder a la asistencia médica porque los recursos están destinados a la creación de bombas, a una militarización creciente. El expolio necesita de la guerra, una guerra que tiene formas nuevas, porque destruye no sólo personas, sino toda la infraestructura de la reproducción de la vida (como por ejemplo, las centrales que purifican las aguas) de forma que la gente sigue muriendo después de la guerra. El reto es cómo cambiar el mundo.
Raquel: En los momentos más difíciles de la militancia aprendí que es muy útil una discusión donde pudiéramos relacionar el pasado con la época que estamos viviendo. Las guerras en Palestina o en Ucrania, así como lo que sigue pasando en México, Argentina o Ecuador, configuran una época, como apunta Silvia, de grandes cercamientos. ¿Y eso qué significa? ¿A qué responde? Creo que es la respuesta post pandémica a un momento muy importante de luchas que estaban teniendo lugar en muchas partes del mundo, en particular, en América Latina. Muchísimas luchas contra el despojo, contra las mineras a cielo abierto, por la defensa territorial y los bienes comunes, que no lograban desarmar el régimen de acumulación pero que claramente estorbaban mucho.
Desde 2015 aproximadamente, hay un momento de rebelión y lucha feminista muy potente, una lucha contra los feminicidios y contra todas las violencias. Plantearlo en contra de todas las violencias ha sido potente como dispositivo de conexión de distintas luchas, para entretejer la violencia machista con la institucional, de la explotación del trabajo, de la frontera, etc. Hemos vivido unos años rebeldes, alegres, potentes. Si estamos viviendo un momento tan dramáticamente oscuro, es momento de hacer balance, ver lo que hemos avanzado, cómo parte de esa capacidad ha quedado neutralizada y medir, con calma, sin látigo, cuáles han sido las debilidades, para poder seguir.
Decía que quería hacer un balance de los últimos 25 años porque desde los dos miles venimos viviendo un momento de mucho ascenso en las luchas que viene marcado, a nivel sistémico, por la guerra de Irak. Acordémonos de las movilizaciones antibélicas de 2003, se decía que habían sido las movilizaciones globales más grandes y no tuvieron capacidad: cosieron Irak a bombazos, destrozaron Mosul, Bagdad… Además, se instaló otro gran dispositivo terrible de desmovilización y complicación a partir de los atentados de 2001: la seguridad, todo este delirio de la seguridad delegada en varones y mujeres armados cuyo mando es totalmente ajeno a la población, que se arrogan el derecho a hacer registros en nombre de la seguridad. Son veinticinco años normalizando esto y mucha dificultad para confrontarlo.
Venimos de un tiempo en el que había quedado claro que cuando había decisiones del orden militar, el alcance de las movilizaciones no importaba, se iban a responder con desprecio y sordera. Instalan esta cuestión de la seguridad, hay un momento muy importante de luchas y muy confuso de ocupación de instituciones que no sirvió para continuar con el proceso de acumulación, y esto incluye también al Estado español.
Silvia: Necesitamos una movilización a varios niveles. Una gran movilización contra el régimen de guerra, contra el militarismo, contra el ejército. También una lucha contra los procesos de transformación social económica que están destruyendo el mundo, contra toda esta devastación que ha producido el Banco Mundial, el FMI, de la crisis de la deuda, que ha obligado a gobiernos y regiones enteras a reducir dramáticamente la inversión en reproducción social. En África, India, Indonesia…gran parte del mundo ha sido recolonizado de forma diferente, forzados a reestructurar su economía. No se puede empobrecer a gran parte del mundo creando una crisis artificial como es la crisis de la deuda con todas sus consecuencias de gran empobrecimiento y desplazamiento sin que esto impacte en la economía de cualquier pais. Necesitamos una lucha contra esta forma, esta guerra que se está haciendo, porque hay una guerra militar y también una guerra económica que desde hace muchas décadas está reestructurando el mundo: lo que llamamos globalización y desarrollo neoliberal. Creo que también es importante hablar de nuestra práctica cotidiana y política, porque todas estamos involucradas. El capitalismo actual necesita la guerra para conseguir petróleo y minerales que sirven a la economía digital. Están destruyendo El Congo, nuestros móviles y ordenadores cuestan sangre, no lo olvidemos.
Creo que debemos enfrentarnos al hecho de que vivimos en una división internacional del trabajo colonial, racista y destructora. Una división internacional del trabajo en la cual los que producen, no consumen. En la que la prosperidad de unos pocos, los que llamamos “países desarrollados”, está construida sobre miles de zonas de sacrificio, lo que llamamos “el tercer mundo.” En Sudán hay seis millones de refugiados. Comemos alimentos producidos en México, nos vestimos y usamos herramientas digitales producidas en condiciones de esclavitud. Hay una nueva esclavitud. No sólo necesitamos una gran movilización contra la guerra y la militarización, también necesitamos luchar contra esta división internacional reconstruyendo los procesos de reproducción de la vida de una forma diferente, mucho más autosuficiente, que no esté fundada en el robo de recursos de otros países. Ya existe un movimiento para la relocalización de la producción agrícola, para nutrirnos de una forma que no esté ligada al mercado. Claro que es un proceso difícil, esta división internacional del trabajo lleva siglos construyéndose y es una de las causas principales de la destrucción de la que estamos siendo testigos.
Un factor del genocidio palestino es que han descubierto un gran depósito de gas natural en la costa de Gaza. Esta es una violencia que va ligada a un proceso de acumulación capitalista, acumulación a través del trabajo, de la división del trabajo, de la apropiación de recursos, de la necesidad de vaciar regiones enteras que contienen materiales necesarios para la producción.
Este año, las Naciones Unidas ha celebrado que, por primera en la historia de la humanidad, la mayoría de la población mundial viva en áreas urbanas. Para mí es un motivo de pena y miedo, porque significa que estos patrones tienen cada vez una mayor capacidad de controlar la naturaleza, las áreas rurales, las aguas, los bosques…debemos pensar una economía local y global que no esté construida sobre áreas de sacrificio, sobre el empobrecimiento y despojo. Esto significa no sólo iniciativas individuales, iniciativas colectivas. Pensar no solamente qué pasa en Palestina, claro que debemos hacerlo todo para parar la guerra en Palestina, Sudán, El Congo, Haití, pero también cambiar el sistema empezando por la reproducción de nuestra vida cotidiana. Aquí, un movimiento feminista global, anticapitalista, anticolonial y antirracista, tiene un papel fundamental.
Nerea: las mujeres siempre hemos luchado de manera muy fuerte contra las guerras. Este fin de semana se recuerda a Gladys del Estal, asesinada por la Guardia Civil hace 45 años cuando luchaba contra la construcción de la central nuclear de Lemoiz y del polígono de tiro de las Bardenas. Este domingo se le hace un homenaje en Tudela. En el 98, Virginia Garaioa, cuando protestaba en Salamanca contra el encarcelamiento de insumisos, fue asesinada mediante atropellamiento. ¿Cómo construimos ese feminismo? ¿Cómo construimos esas preguntas que nos lleven a construir algo mayor? ¿Cuáles son esos retos?
Raquel: Creo que los feminismos actuales tienen que incluir, como parte de la lucha contra todas las violencias, una reactualización del antimilitarismo. Los debates no deben ir en torno a la paz, sino en torno al antimilitarismo. En México tenemos una guerra con un montón de desaparecidos, con un montón de homicidios, muchas regiones donde no rige una ley estatal, sino lo que va estableciendo una asociación público-privada criminal clandestina con paramilitares, una especie de bisagra entre la economía legal y la ilegal, que tiene tentáculos hacia la institucionalidad…creo que en México estamos en una guerra no declarada que tiene una fachada democrática que veremos reactualizada el domingo que viene, son elecciones y va a ganar una mujer.
Me gustaría recordar a Nora Cortiñas, la madre de todas las luchas, que murió ayer. Una de las cosas que están haciendo y han hecho una y otra vez las madres buscadoras mexicanas, es pelear contra la leva (el reclutamiento obligatorio de la población civil para servir en el ejército) que imponen parcialmente los militares por presión. Cierran todas las opciones y a los varones jóvenes de origen popular el destino que les queda es enrolarse en alguno de los cuerpos policiales o en el ejército, o directamente una leva arbitraria por parte de los grupos paramilitares que se llevan a otros varones jóvenes que son los que van a morir, que son los que están muriendo, que son los que están en las fosas. Ellas conocen esto y yo lo veo como una reactualización del antimilitarismo que todavía no alcanza a adquirir una profundidad y un volumen suficiente en el discurso público. Ese es otro gran problema: es muy difícil que las ideas que circulan entre las personas que están en lucha se vuelvan asuntos centrales en el debate público. Y esto no es menor porque es parte de la guerra. ¿De qué manera recuperamos la capacidad de poner agenda? ¿Por qué ahora no lo hacemos? Estamos colocadas en un lugar reactivo y no logramos establecer los términos que les damos a los problemas y las soluciones que vamos pensando. Siento que es necesario, además de las movilizaciones, momentos fuertes de conversación y pensamiento para sintonizar las preocupaciones, los conocimientos, las aportaciones para volver a pelear estos asuntos. ¿Qué es una actualización del antimilitarismo hoy? La lucha contra la leva es una de ellas. Yo, que llevo aquí tres semanas, oigo que el servicio militar obligatorio viene para acá también. ¿Qué se va a decir de eso? Los jóvenes en EE.UU se están planteando que las universidades no estén ligadas a las industrias militares, estar un poco más vigilantes, objetar. Asumir lo que Haraway llamaba “respons-habilidad”: no sintiendo una carga sobre nosotros, sino pensando una respuesta hábil, de comprometernos entre y con nosotras para producir una respuesta hábil, yo lo estoy echando de menos. (La respons-habilidad según Haraway: estar plenamente presentes, no entre pasados idílicos o futuros salvíficos, sino como criaturas mortales entrelazadas en innumerables configuraciones inacabadas de lugares, tiempos, asuntos y significados.)
Tenemos que dedicarle más atención, porque la amenaza de guerra viene en serio. El régimen de guerra se puede estudiar a nivel de cómo va alterando los términos de la acumulación, de cómo el propio capital requiere, para su equilibrio inestable, expandir los términos de su despojo, reactualizar los términos de la obediencia que requiere en muchos territorios…nosotras tenemos que ir pensando en ese conjunto de medidas que nos permitan volver a disputar las decisiones centrales del espacio público desde la calle, que es lo que yo creo que hemos estado perdiendo en estos últimos años. Excepto hasta 2020, cuando las luchas feministas que sí venían a poner un montón de cosas. Tendríamos que ir pensando en pasos estratégicos.
Silvia: ¿Por qué no vemos a millones de mujeres en la calle, diciendo “basta con esta matanza”? ¿Por qué tenemos un movimiento feminista de muchos años y no hemos visto movilizaciones feministas, de todas las feministas, no solamente estudiantes? Hay que pensar en un terreno de cambio y lucha contra esta visión tan destructiva del feminismo de la igualdad, que dice que debemos ser iguales que los hombres y que lucha para entrar en el ejército. Una mujer que lucha por poder matar o trabajar en las cárceles ella también.
¿Qué es el internacionalismo feminista? ¿Por qué después de tantos años de celebración del 8 de marzo no tenemos un movimiento feminista contra la guerra mucho más fuerte? La solidaridad significa que no vamos a hacer caso a ningún ejército y que necesitamos la igualdad para liberar a los hombres, para decir que los hombres deben ser iguales a nosotras. A diferencia de los hombres, las mujeres no han sido soldados, no han sido las que se han especializado en el proceso de la matanza. Nosotras, con tantas opresiones, lamentos y luchas, nos hemos especializado en la reproducción de la vida, que me parece mejor.
El incremento mundial de la violencia contra las mujeres está, sin duda, conectada a este proceso de gran militarización y crecimiento de todos estos aparatos de seguridad. Hay una paramilitarización de la vida cotidiana. Cuando se está acostumbrado a tratar todos los conflictos mediante la violencia y el uso de las armas, no vas a dejar las armas fuera de tu casa, llevarás ese conflicto a tu novia, a tu familia. Hay una continuidad entre la militarización de la vida y el incremento de la violencia contra las mujeres. Es fundamental, para cualquier cambio social, que la lucha feminista ponga en el centro el antimilitarismo. Muchas de las luchas feministas actuales (por una reproducción diferente, contra la devastación de la naturaleza, luchas por los cuidados…) se responden con la violencia. Hay miles de mujeres que están siendo asesinadas por estar luchando. Es fundamental que la lucha no sólo sea contra la violencia individual o colectiva de las mujeres, sino contra la guerra como estrategia del Estado y del capital, por la vida cotidiana y las condiciones de existencia de toda esta la política económica.
Nerea: Relacionado con lo que ocurre hoy en Palestina y con estas preguntas que nos vamos haciendo, utilizaría la palabra “frustración”, “incapacidad”…no por cargarlas de contenido moral. No tal vez de la manera que quisiéramos, pero hay una gran respuesta al genocidio. Sin embargo, no conseguimos llegar al corazón del conflicto ni paralizarlo. Sabemos que la paralización de las guerras son un proceso de muchísimos años, pero, en cualquier caso, algo está pasando ahí. ¿Qué está pasando, más allá de lo evidente? Tanto en el genocidio como en nuestra respuesta.
Silvia: Yo no tengo una respuesta. Espero que encuentros como este nos ayuden a darla. Pienso a menudo que en estos años ya hemos vivido un proceso de deshumanización. Hay varias causas para nuestra incapacidad de parar esta guerra. No es solamente Palestina. En Irak mataron a dos millones de personas con una guerra que anticipaba la estrategia en Palestina, una guerra de la destrucción sistemática de la infraestructura de la reproducción de la vida y no se ha hablado de genocidio porque EE.UU tiene bombas nucleares y el poder de prohibir cualquier institución. Al contrario, se ponen como los defensores de los DD.HH, los que van a enseñar a los otros, la democracia.
Las manifestaciones son importantes, pero no suficientes. Veo lo que pasa en Palestina en las calles de Nueva York. En nuestro día a día, vemos a gente que muere en la calle. En las ciudades de EE.UU hay campamentos de gente sin techo. Nuestra vida está organizada de una manera para que a pesar de esto, la vida siga: vamos a la escuela, a comprar cosas, a pasear… debemos darnos cuenta de este proceso de movilización, de la importancia que tiene recrear, en la cotidianidad, formas más colectivas, más cooperativas de vida. Formas que no nos aíslen, con las que podamos responder a la destrucción de la vida cotidiana, porque esta incapacidad para responder a la muerte, al sufrimiento, a la miseria, hace que seamos incapaces de responder también a los grandes desastres internacionales. Es necesario que creemos nuevas formas de reproducción, que nuestra alimentación, la ropa y las cosas que usamos, etc, no sean a costa de la vida de otras personas, poner la reconstrucción de la reproducción en el centro de nuestra política.
Llegamos aquí, a Pamplona, el día que se celebraba el Día de los Vecinos y nos hablaron de los entramados comunitarios que se están creando en estos barrios, en Pamplona. Es maravilloso. Necesitamos reconstruir formas de vida que no estén fundadas sobre la miseria de los otros y también necesitamos crear entramados comunitarios más fuertes que nos permitan rehumanizarnos, que nos permitan no aceptar vivir en un lugar donde la gente sea tratada como basura, donde ninguna persona deba morir de hambre, de frío, etc. Hay una relación muy fuerte entre lo que pasa en la vida cotidiana y nuestra respuesta a los grandes desastres internacionales. ¿Cómo vamos a responder a algo que está a miles de kilómetros si aceptamos esto a diario?
Raquel: Coincido con lo que dice Silvia en cuanto a poner en el centro la reconstrucción de otras formas de reproducción. Nuestra política también requiere pensar nuevas formas de intervención y alteración de la vida pública, ambas cosas tienen que ir de la mano. Cuando nos acordamos de que hay que poner el centro la reconstrucción de otras formas de reproducción, una de las cosas que, paradójicamente conquistamos, es tiempo. Si no ponemos esto en el centro, estamos haciendo lo contrario, acelerándonos para reproducir el capital que nos va a acelerar cada vez más para reproducir y valorizar más el capital que nos va a aumentar las posibilidades de consumo…esto tiene que ver con cómo se ha ido constituyendo la subjetividad contemporánea. Asumir que necesitamos tiempo y pensar cada quien con las suyas y los suyos cómo nos hacemos tiempo. Para lo que queramos, para lo que ocupemos, pero también para poder ocuparnos de volver a poner y a ampliar las maneras de reproducción social. Sí siento que hay una disputa por el tiempo.
En la experiencia que vamos teniendo en México, quizás también en Guatemala y Bolivia, hacemos trama en doble sentido: en términos de construir vínculos y sostenerlos; de buscarle sentido a lo que hacemos, pero quedamos fuera del debate público. Para eso, necesitaríamos más tiempo, así que necesitaríamos reforzar la trama. Por ahí veo el punto.
Veo el problema, que la solución es muy complicada, porque esto sí ha sido una cosa muy dura y no sé hasta qué punto se está debatiendo acá, en América Latina más o menos, es el grado de aceleración de la vida y sobre todo, de la vida en el trabajo asalariado que ha habido a partir de la pandemia y de la generalización e intensificación de los medios electrónicos. Es una cosa de no creer, es una cosa de no acabar es un desgaste psíquico que no se puede soportar, y cada quien lo vive como algo individual, se lo cuenta a su amiga…volvamos esto un problema colectivo para pararlo. Porque si no, no vamos a poder. No vamos a poder imaginarnos, inventarnos, ensayar las formas de reconstruir nuestras capacidades de intervención pública. Esta disputa por el tiempo más allá del sufrimiento individual, creo que es algo muy central. Esto parece chiquitito, del ámbito de lo mega íntimo, pero verdaderamente es una condición sine qua non para poder pensar las otras preguntas de la gran lucha antimilitarista. Es que si no, no vamos a poder, porque en esto que tú dices (Silvia) de los grandes cercamientos, lo más visible son las ofensivas que desplazan a la gente, el avance de las grandes corporaciones que se apropian de los recursos, etc, pero no vemos cómo nos han cercado el alma, cómo nos han cercado a nosotrxs en términos de esta aceleración y de este estar respondiendo a un conjunto de expectativas. ¿Cómo politizamos eso? Una pista para pensar, quién sabe si será la buena, pero es una: ¿Cómo nos proponemos recuperar, individual y colectivamente, tiempo? Tiempo para lo que se nos ocurra. Pero es que, si no lo tenemos, ¡no se nos va a ocurrir! Y vamos a venir a un montón de charlas a decir “no lo estamos haciendo bien” y eso va a ser un bucle. Siento un cercamiento muy hondo ahí y una necesidad muy grande de recuperar tiempo.
Silvia: Creo que hay que introducir el tiempo y la reproducción en los sindicatos. Una lucha sindical que no sea solamente sobre el salario y el tiempo de trabajo, también sobre qué vamos a producir. ¿Vamos a producir bombas? ¿Cosas que son destructivas, cosas que nos nutren? La solución a este gran desastre, a este capitalismo devastador, genocida, debe ser una lucha a diferentes niveles, pero conjunta. Reconstruir las formas de la reproducción cotidiana de la vida, la división internacional del trabajo, los lugares y formas de producción, más tiempo libre…intervenir en la producción preguntándonos a quién sirve esa producción. En relación a Palestina, recientemente hubo una huelga de los trabajadores de Google para evitar que Google proveyera a Israel de herramientas para la guerra. Necesitamos este tipo de prácticas, este tipo de política de los sindicatos. Juntar estas intervenciones es el camino.