He sido feliz
Libros, pelis, series y otras cosas que me han hecho feliz este mes
La foto es de marzo del año pasado, un mes muy distinto a éste junio de revival del otoño que hemos tenido en Donosti, para mi consuelo y el horror de las amantes del calor estival. Han sido cuatro los días en los que nos hemos podido bañar en el mar sin riesgo de pillar una hipotermia. Prácticamente no me he quitado la gabardina y he pasado mucho tiempo en casa, pensando, escribiendo y leyendo. He sido feliz, supongo que ahí la foto sí es representativa de cómo he estado éste mes.
(I feel you, Virgi.)
Éste mes he dedicado mucho tiempo a pensar en cómo consumir de manera más responsable y he hecho algunos cambios, sustituyendo mi marca de café habitual por una de comercio justo que venden en el supermercado que hay al lado de mi casa y apuntándome al grupo de consumo de mi barrio, por el que he paseado mucho también, a pesar de la lluvia. A veces sola, otras acompañada de Kala, una pastora vasca de unas amigas que viven a pocos metros y con las que comparto vida desde hace más de diez años.
He probado varias recetas para aprovechar los calabacines tamaño nave espacial de mi cesta de consumo semanal, los he rellenado de carne, los he triturado hasta conseguir litros de crema que voy a estar cenando hasta que me muera, he preparado pisto como para una boda. (Si tenéis alguna sugerencia de recetas con calabacín, soy toda oídos/ojos.) Son pequeños pasos, pero siento que estoy en el camino, que ésta es la dirección en la que quiero seguir caminando y aprendiendo.
He escrito mucho. Muchísimo. Miles de palabras de la novela, muchas también aquí, en Substack. Un día de mediados de mes, la escena final de la novela me vino con tal claridad que lloré de la emoción. La escribí a toda leche, la releí dos veces, lloré ambas. Después bailé y brinqué por casa como si me hubieran inyectado un chute anfetaminas. La resaca fue maravillosa.
Aún quedan flecos que cortar, escenas que resolver y apuntes que quiero desarrollar, pero lo gordo ya está. Lo que tengo entre manos ya es un libro.
Mis hábitos de escritura han cambiado. Aunque a menudo he soñado con tener un estudio con estanterías repletas de libros y un escritorio antiguo delante de una ventana con vistas al mar o a la montaña, donde más cómoda me he sentido siempre ha sido en las mesas de comedor o cocina, llevo años escribiendo en mesas que fueron pensadas para comer. (Aunque mi cocina creo que no se pensó para cocinar, desde luego la pensó alguien que no cocina nunca.)
No es casualidad, escribir y cocinar son dos cosas que hago mucho, creo que ambas actividades se retroalimentan en cierta manera. Cuando cocino tengo prestar atención para no cortarme un dedo o que no se me queme el sofrito. Escribir también es prestar atención. Esto no significa que mientras cocino me olvide de la escritura o deje de lado las ideas sobre las que estoy escribiendo, es más bien como si las dejara en barbecho, reposando. El mindfulness para mí es picar una cebolla.
Una de las ventajas de vivir sola, es que puedes convertir tu mesa de comedor en una de trabajo. Sergio y yo llevamos meses haciendo un hueco entre la impresora, las pilas de libros y los objetos que se acumulan en la mesa para poder comer, o comiendo directamente en el sofá. Sergio es un hombre de naturaleza paciente, efectivamente.
Este mes he hecho un experimento. En vez de ducharme, vestirme y “prepararme” para la jornada, un hábito pandémico que a muchas os resultará familiar, he probado a hacer lo contrario. Escribir en pijama, desde el sofá, con una taza de café al lado, no como un trabajo pesado que requiere de sacrificio y ritual previo, sino como un descanso, algo cómodo y tranquilo que fluye entre las demás actividades del día, no la más importante, simplemente una más. Escribir unas líneas entre poner una lavadora e ir al supermercado, un puñado de frases entre picar un ajo y traducir dos párrafos. Parece que está funcionando. (Para cuando leas esto, creo que volveré a tener una mesa de comedor funcional. ¡Viva!)
El compromiso con la escritura ha dado sus frutos, además de que mi novela ya tiene un final, el miércoles recibí un mail de Substack felicitándome porque ya sois 100 las suscriptoras, 5 de vosotras, de pago.
Esto ha sido un subidón de alegría tan bestia como el de escribir el final de la novela. Me ayuda a seguir adelante, a seguir comprometiéndome con vosotras y con la escritura. Prometo seguir enviándoos esta newsletter semanalmente, tanto si sois 100 como 1000, escribiré con las mismas ganas y la misma ilusión. A cada una de vosotras: gracias infinitas por leerme y apoyar mi trabajo.
Aquí os dejo las lecturas, series y películas que más me han gustado éste mes, o que he leído y visto antes pero recomiendo ahora porque me parecen perfectas para el verano.
Lecturas
Obvio que lo de las “lecturas de verano” es una categoría humana absurda más en la lista infinita de categorías humanas absurdas que nos encanta inventarnos. No hay “lecturas de verano” ni “lecturas de invierno”, pero sí es verdad que durante ésta época me suelen apetecer libros más ligeros, aunque estemos a 15º.
Ligeros no significa menos literarios ni peores, significa ágiles, en cuanto a ritmo, trama, estructura, diálogos o todo lo anterior junto. Venga, llamémosles disfrutonas, que es una palabra que me gusta más.
Otra vez, Rachel (Marian Keyes): Mi verano empieza cuando me como mi primera (y seguramente última) bolsa de Fantasmikos, me doy el primer baño en el mar y leo algún libro de Marian Keyes. Hace unos quince años que soy fan de ésta escritora y su saga de las hermanas Walsh, aunque el primero que leí fue Sushi para principiantes. Lo elegí del ya extinto catálogo del Círculo de Lectores, cuya suscripción pedí de regalo unas Navidades. Elegir un libro de un catálogo y que te llegara a casa, qué fantasía fue aquello para la Lucía preadolescente.
Si no tengo en la mesilla ningún libro que me apetezca (y con “mesilla” quiero decir “montañas de libros repartidos por toda la casa aleatoriamente”), vuelvo a leer alguno de Marian, ya he releído varios de ellos, pero hasta ahora no le había hincado el diente a Otra vez, Rachel, su última novela. Keyes recupera a la protagonista de Rachel se va de viaje, que ya no tiene un problema de adicción a las drogas ni está casada con Luke, sino que lleva varios años viviendo lo que comúnmente llamamos una “vida plena”: un buen curro, una pareja estable, aficiones sanas, amigas. La fórmula de la felicidad, en principio. Todas sabemos que no siempre es así, Keyes lo sabe y Rachel lo descubrirá en ésta novela de 562 páginas que se leen solas, puro gozo.
Nada es verdad (Veronica Raimo): Me compré ésta novela hace medio año, en la preciosa librería Santos Ochoa de Alcañiz durante mi estancia en La Casa de Belmonte. Ya no me siento culpable por comprarme libros que no voy a leer inmediatamente o seguir comprándomelos a pesar de tener más de cincuenta sin leer en casa (me encantaría estar exagerando. No lo estoy.) Sé que voy a leerlos tarde o temprano, cuando me lo pida el cuerpo. Y escribir y leer es lo que hago. (¿Una justificación regulera? Seguramente.)
Este mes el cuerpo me ha pedido Nada es verdad de Veronica Raimo, la autoficción-coming-of-age más ágil y divertida que he leído en mucho tiempo. Es la cuarta novela de la autora y la primera que se traduce al castellano. Ojalá pronto tengamos más libros de Raimo traducidos.
La maldición del Sandungo (Ane Guerra): Aviso: Ane es mi amiga y he escrito la contra de éste libro. A los columnistas reaccionarios les encanta echarnos en cara que “somos todas amigas y sólo nos leemos entre nosotras”, como si fuera algo malo y como si eso explicara el éxito editorial de muchas autoras, que se ve que tenemos más de mil amigas, como si eso fuera humanamente posible. Pues claro que voy a leer a mis amigas, que son unas tías listísimas. Disculpa por no leer tu prosa diarreica sobre tu obsesión por una menor de edad, estimado Jose Luis.
ANYWAY. Ane es la persona más divertida que conozco y éste es su primer libro, espero que el primero de muchos. Os dejo aquí una entrevista maravillosa del Nacional Cat donde habla sobre el libro y sobre el Proyecto Estefanía.
Más entrevistas a escritoras maravillosas que me ha encantado leer éste mes: ésta a Kattalin Miner, ésta a Alana Portero, ésta a Yuliana Ortiz Ruano, ésta a Nancy Fraser y ésta a Jenny Odell. Qué ganas de seguir leyéndolas.
Películas y series
Creo que era la única persona de mi círculo que aún no había visto Unorthodox, la miniserie de Netflix basada en las memorias de Deborah Feldman sobre una joven neoyorquina que huye a Berlín escapando de la comunidad judía ortodoxa a la que pertenece. Me zampé los tres primeros episodios del tirón y dejé el cuarto para unos días después, no por falta de ganas, sino por aquello de intentar no ser una ansias. Si no la has visto, estás tardando. Si más de dos de tus amigas te insisten para que veas algo, es por algo. Hazles caso.
También he visto la última temporada de The Crown. Tengo muy presente el hecho de que es un blanqueamiento de la monarquía como la copa de un pino, pero qué bien hecha está, leñe.
Suelo ir mucho al cine y con el clima de este mes, he ido aún más. Tres películas que me han maravillado: Tatami, El último verano y El Cielo Rojo. Las tres son carne de Filmin (de hecho, El Cielo Rojo está parcialmente producida por la plataforma), así que no te preocupes si no las tienes en algún cine cercano, al ritmo de estrenos cinematográficos pasados a plataformas que vamos, no creo que tarden ni medio año en estar disponibles. (Ojo, ya hay una película de título El último verano en Filmin, pero yo me refiero a la cinta de Catherine Breillat sobre el affair entre una mujer madura y su hijastro adolescente. Uno de los mejores retratos de la burguesía contemporánea que he visto en pantalla grande.)
Cuéntame qué estás leyendo, viendo y escuchando últimamente, estréname la sección de comentarios. Te leo, os leo. Desde el sofá, en pijama y con una taza de café al lado.
Enhorabuenaaaaaaaaaa!!!! Me muero por leer ese libro 👀 Yo estoy revisionando 6 feet under. Es mi nueva serie de confort para cuando me voy a dormir. No sé si tú tienes serie de confort. Para mí es una serie que me pongo en la cama para dormir. No la pongo ni en otro lugar, ni a otra hora (ND vibes 🤣). Pues tenía un poco de miedo porque fue una serie que me flipó muchísimo y me daba mal rollo verla de nuevo y que me pareciera lo peor. Pero ay, qué bien ha envejecido esta serie. La estoy disfrutando mucho 💘
¡Muchas gracias, bella! 🥰 ¿Te puedes creer que no he visto 6 feet under? 🫢 Serie de confort es básico del kit de supervivencia, por supuesto. Yo no me la pongo para dormir porque para eso necesito ausencia de pantallas, pero me da vergüenza admitir la cantidad de veces que he visto Sexo en Nueva York. 🫣 Ya sabemos que ha envejecido regular en algunas cosas, pero chica, la primera temporada me sigue pareciendo fantástica. La he visto tantas veces que es como volver a ver a unas amigas con las que ya no tienes mucho en común, pero a las que les sigues teniendo cariño. 💕